5/2/10

México: De tanto querer inventar un país, nos estalló en las manos.

Casi no puedo levantarme un día sin pensar en la suerte de México, mi país natal, en donde están la mitad de mis afectos y de mis recuerdos. Hoy mismo, al leer la columna de Thomas Friedman en el New York Times, no dejo de pensar en la velada guerra que se vive entre México y Estados Unidos, y también los extraños paralelismos que esta implica.

Friedman acota que mientras el gobierno de México pide a sus connacionales extremar precauciones al viajar a Arizona, para no ser detenidos por la policía antiinmigrante; a su vez el gobierno estadounidense previene a los suyos de no viajar por el norte de México por miedo a ser baleados por los narcos (o por balas del ejército mexicano, aunque esto último no lo dicen explícitamente). De acuerdo con Friedman, los dos países tienen razones para desconfiar uno del otro, pero siempre y cuando un país consuma la globalización instalando cientos de Walmarts en su territorio (como México), el otro lo hará requiriendo millones de kilos de drogas para consumo en el suyo. Esa es la suerte de la vecindad y una de las principales razones de la desestabilización de México: la extrema pobreza causada por un capitalismo con escasa regulación y la reciente guerra anti-narco. También de forma extraña, estas mismas razones, y los efectos de la oferta y la demanda en el mercado laboral internacional, han provocado una intensa migración de mexicanos a los Estados Unidos a trabajar en producción agrícola y servicios.

Unos días antes, quizá el gobierno de Finlandia, haya pensado en emitir una advertencia a sus ciudadanos para que no viajen al estado de Oaxaca, y menos si van en una caravana por los derechos humanos, como Jyri Jaakkola el finlandés muerto por paramilitares en el poblado de San Juan Copala el pasado 27 de abril. El gobernador de Oaxaca, Ulises Ruiz, en una extraña similitud con la gobernadora de Arizona, Jan Brewer a su vez declaró que los extranjeros no tenían nada qué hacer en San Juan Copala sin permiso del gobierno del estado. La declaración de Ruiz implicaba que Jaakkola junto con la caravana humanitaria de cuarenta personas que iba al poblado indígena, se habían buscado su propia suerte. Quizá los migrantes que son aprehendidos por policías en Arizona, mientras esperan en una esquina el "jale" del día, también buscaron su propia suerte. Es un mundo, dirían los ideólogos del mercado, lleno de "choices" (elecciones individuales).  Y siguen los paralelismos.

Hoy mismo, al leer el poema de Juan Gelman "La Mano" de la colección "Salarios del Impío", en donde su adorado invento de país estalla, pensé que tal vez nos había pasado lo mismo a los mexicanos. Quizá podríamos pegar los pedazos que nos quedan, y mirar al mundo a los ojos y continuar, tal vez no tanto como país orgulloso, pero como comunidad política viable. Aquí el poema de Gelman:





La Mano
Juan Gelman

"Inventaba un país con tanto amor 
que estalló en el invento. 
Ahora se lo ve en los circos que pobrean, 
los cerdos neblinosos,
los escondidos en un palo. 
Estaba untado de almas 
y abrigaba las cenizas 
de un soplo que le escarbaba una mujer.

La claridad de sus migajas 
ulceraba a los engaños conversos.
Gritaba "¡muera, muera!" 
a su espanto reunido. 

La sufridera le agachaba los buitres 
que supo conseguir. 
Tenía deseos y sarna de canario. 
Ardía en un fuego que nadie concibió 
y no había tierra ni cielo con la mano."

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